Experiencia personal
¿Cómo llega a mí el mandala?
El mandala llega a mí después de un largo recorrido en el que como denominador común siempre están, la búsqueda de la felicidad y el autodescubrimiento.
Por un lado mi inclinación por el dibujo y la pintura siempre han marcado mi vida, habiendo recibido clases de pintura, estudios de delineación y diseño, etc
Y por otro lado ese camino de búsqueda me llevó a interesarme y practicar técnicas como la naturopatía, esencias florales, kinesiología, reiki, yoga, meditación y así una gran lista de cursos y talleres. Al final todos ellos me han llevado a ser hoy en día la persona que soy y a estar en el lugar en el que estoy.
Por este motivo el mandala encaja en mi vida como la pieza de un puzzle, un autodescubrimiento a través del arte.
Trayectoria personal
Había oído hablar del mandala, y cuando apareció en mi vida me di cuenta de que no tenía ni idea de lo que era. Fue después de un par de meses de pintar diariamente mandalas, cuando empecé a conocerlo realmente, cuando me impliqué en su creación. Busqué documentación y poco a poco fui encajándolo en mi comprensión.
Mi primer contacto con la técnica de creación del mandala me resultó bastante original ya que se comienza a dibujar en un espacio circular y desde un punto central dejando que la intuición inspire las formas y colores que van apareciendo alrededor de ese punto.
Al principio dudaba de todo lo que aparecía, a veces incluso me incomodaba cuando al acabar no me gustaba lo que veía, pero después de unos meses pintando cada día, todo empezó a surgir de forma más relajada y natural. Según he escuchado a otros creadores de mandalas, es fundamental un primer trabajo digamos personal con el mandala, hasta que ese momento de conexión llega.
En mi opinión, aunque la práctica de colorear mandalas prediseñados puede ser muy relajante, si lo que buscamos es entrar más en profundidad en su creación, es necesario:
1- Practicar la técnica constante y continuadamente
2- Crear tanto sus formas como sus colores, y así poder manifestar tu creatividad a medida que van apareciendo de forma intuitiva.
En la mayoría de las definiciones que descubrí acerca del mandala, en todas se recalcaba su carácter totalizador, el impulso de crear formas circulares indicativo de la profunda necesidad humana de totalidad y por otro lado su gran capacidad para alcanzar la concentración, la relajación y activar la creatividad mediante su práctica.
Todas estos maravillosos efectos, los he podido vivir y sentir durante todo el tiempo que llevo trabajando y profundizando en el mandala.
Pienso que el significado y el sentido del mandala llega cuando nos implicamos directamente en su creación y pasa a formar parte de nuestra vida.
Desde un punto de vista más personal, cada día descubro algo nuevo cuando pinto el mandala, a veces aparecen las respuestas a esas preguntas que rondan nuestra mente, en otras ocasiones surge la sensación de que el tiempo se ha parado y que has conectado con otra vibración-sensación…
Y cuando acabo el mandala no puedo detener el deseo de contemplarlo recién terminado, te sientes atraído por él, por su magnetismo que te calma, y en cierta manera te completa, debido a esa “sensación de totalidad” que nos aporta.
Después esta creación va a encontrar su lugar en la casa o sitio hacia donde vaya destinado. Al acabarlo voy buscando hasta que aparece el rincón exacto para él y ahí se queda vibrando y brillando.
“Mis mandalas proceden de un estado totalmente armónico de creación y conexión, hay un momento mágico en el proceso de su creación, un “momento ángel” lo llamo yo y que es difícil de explicar, es una mezcla de amor, plenitud e inspiración que impregna todos y cada uno de ellos, por ello son tan especiales.